Revista Práxis
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Protestos panamenhos contra a ocupação do
Canal do Panamá
9 de janeiro de 1964
Hace 37 años, en un día como hoy, estudiantes del segundo ciclo del Instituto Nacional de Panamá con la autorización del rector de su colegio y el conocimiento de las autoridades nacionales y zoneítas, portando la bandera nacional del colegio, el estandarte institutor y un cartel que rezaba: "Panamá es soberana en la Zona del Canal", marcharon hacia el Colegio Superior de Balboa para izar el pabellón y hacer cumplir el Acuerdo entre los Gobiernos de Panamá y EE.UU. de que ondeara la bandera panameña en todos los sitios públicos en donde ondeaba el pabellón estadounidense. Fueron burlados, rechazados a golpes y tiros por los estudiantes zoneítas, sus padres y la Policía de la Zona del Canal. Nuestra bandera fue rasgada y pisoteada por una turba de enfurecidos "zonians" y en la noche, cuando ya nuestro pueblo enardecido se disponía a ingresar al territorio canalero para hacer ondear nuestra bandera en él, el Ejército Norteamericano entró en acción y ametralló con armas de grueso calibre a nuestra población civil desarmada. El resultado de aquella desigual y heroica jornada de reafirmación nacional soberana fue de 21 muertos y 300 heridos: todos panameños. De allí nació la convicción nacional, sellada con sangre inocente y heroica de jóvenes panameños, de que se debían abrogar los Tratados de 1903 y todos aquellos que le conferían a EE.UU. supuestos derechos soberanos sobre esa franja de territorio nacional. Ese hecho ya ha sido logrado. Los panameños hemos ganado el derecho a la soberanía y la independencia. Por lo tanto, que nadie, acicateado por apetitos económicos o ambiciones de poder se atreva a intentar revertir esa victoria, forjadora de una alta y nueva moral en generaciones de panameños. No lo consentiremos.
La Navidad que no se Olvida (O Natal que não se Esquece) (Em Espanhol) Dorindo Jayan Cortez Diretor do Centro Regional Universitário de Colón, Panamá ¿Cómo llamar 'causa justa' a la acción que destruía hogares y acababa con vidas inocentes? Navidad de 1989. Al igual que en las anteriores, la población esperaba – en medio de una crisis antes no vista – el esplendor de los foquitos y el sonido de bombitas y cuetes. Pero, no llegó. El traqueteo de las metrallas y la ebullición de las bolas de fuego de las bombas
Made in USA
que cayeron sobre nuestro territorio hizo de la Navidad un verdadero infierno. Para los panameños no hubo la ''feliz navidad'' de siempre y mucho menos el ''próspero año nuevo'', y las bolsas de regalos de Papá Noel que esperaban los niños, ahora huérfanos, se diseminaron en fosas comunes con cadáveres de panameños inocentes. 11 años se cumplen de la invasión de Estados Unidos a Panamá o, lo que es lo mismo, de la genocida e indiscriminada acción militar de una potencia contra un pequeño e indefenso país. El resultado no podría ser otro: cientos de muertos, además de heridos de todas las edades, que hizo de los tradicionales festejos de alegría y de paz un escenario de luto y de dolor que estremecía la conciencia de un pueblo (o una parte del mismo, porque no hay que negar que hubo quienes aplaudieron tan brutal acción). En los meses previos al ''diciembre rojo'' (por el color de la sangre derramada) se había puesto en marcha una guerra económica con graves efectos. Solo el empleo disminuyó en 60.7% en la construcción y 28.3% en el comercio. La guerra de baja intensidad que se le imponía al país, incluido el bloqueo y congelación de fondos, acabó con la economía local, hizo difícil la circulación e incrementó la miseria en los hogares; y todo so pretexto de presionar la salida de un general que ahora veían como autoritario y narcotraficante, pero que años antes había servido muy eficientemente a los planes del invasor. ''Mal paga el Diablo a quien bien le sirve'', reza el adagio. Para aniquilar a su antiguo aliado, inútil ahora para la nueva estrategia de Estados Unidos para América Latina, se imprimía la fuerza brutal de alta tecnología; un experimento, diríamos, con un armamento aún no utilizado en guerra alguna. Nuestro territorio fue testigo de los sofisticados aviones F–117 Stealth, indetectables por radares, además de los helicópteros ALT–64 Apaches y los sofisticados Sheridan Tank, todo acompañado de una fuerza de más de 20 mil soldados que dispararon sin distinguir entre civiles y militares. Así cayeron, sin aliento de vida, hombres, mujeres y niños. El Instituto de Medicina Legal habló de 157 civiles, 65 militares, 73 desaparecidos, 16 carbonizados y 16 desconocidos. Hoy se sabe que esas cifras son mayores a los 327 señalados por esa institución. En la Casa Blanca se justificó la escalada militar señalando que era, entre otras razones, para ''proteger la vida de los norteamericanos residentes de la Zona del Canal'', 35 mil en total. Ellos sí tuvieron su
Merry Christmas and Happy New Year
. Pero, ¿quién protegió la vida de esos panameños que ahora descansan en el camposanto o de aquellos, como la familia Corpas, cuya hija quedó con un pedazo de misil en el ojo? ¿Qué pudo significar aquella Navidad para ellos? Era la segunda vez, desde el 9 de enero de 1964, que la bota militar extranjera mancillaba nuestra dignidad. A esa inhumana acción, para asombro del mundo, le llamaron ''causa justa''. Pero, ¿cómo llamar así a la acción que destruía hogares, a la culpable de los gritos de terror de quienes – esa madrugada – huyeron sin rumbo y con la mirada hacia el cielo para evitar las bombas que caían? 11 años han transcurrido. Decía José Martí que los ''pueblos que olvidan es porque tienen buena memoria''. Quizás nuestro pueblo, el de hoy y el de mañana, olvide la despiadada acción militar, pero aun así quedará en el inconsciente de los que vivieron y sufrieron aquel drama, el sentimiento de soledad y de amargura de aquella triste Navidad.
Dos fechas estelares Jorge E. Illueca Ex Presidente de la República Panameña El 9 de enero de 1964 y el 31 de diciembre de 1999, son dos fechas estelares que registran acontecimientos que le imprimieron un nuevo rumbo a la historia y al destino de la República. La Patria recuerda con gratitud, a los 200 estudiantes de la Asociación Federada del Instituto Nacional, que hace 37 años tomaron la estoica decisión de rescatar de la vergüenza a la bandera panameña ultrajada por los "zonians" norteamericanos, en la Plaza del Prado frente a la Escuela Superior de Balboa. La Gesta de Enero fue más allá de una airada explosión emocional. Hombro con hombro, institutores e institutoras fueron intérpretes del sentimiento colectivo. Ellos fueron el factor aglutinante para que los panameños de todos los estratos sociales, de las organizaciones cívicas, estudiantiles, educativas, laborales, profesionales, religiosas, culturales, campesinas, indígenas, deportivas y empresariales, se congregaran en el Primer Congreso de la Soberanía Nacional en el Paraninfo de la Universidad de Panamá, que me tocó presidir, y le plantearan al mundo las reivindicaciones panameñas. La Gesta de Enero, fue la culminación de un dilatado proceso de luchas generacionales. Puede decirse que los estudiantes del Instituto arrancaron cívicamente de las manos pasivas de los partidos políticos, la bandera de las reivindicaciones nacionales. Se empinaron para dar su sangre y sus vidas en aras de las aspiraciones de todo un pueblo, por recuperar el patrimonio de la antigua Zona del Canal y de la vía interoceánica de que se le había privado en 1903. Motivada por el sacrificio de los mártires de enero, la sociedad civil, con el Colegio Nacional de Abogados a la cabeza, proyectó una onda expansiva de unidad nacional, para reclamar sin sectarismos el rescate de la soberanía panameña y la cancelación definitiva de la Convención del Canal Istmico de 1903, lo cual se plasmó en los Tratados Torrijos-Carter de 1977, que dieron lugar a la transferencia del Canal a Panamá y a la finalización de la presencia militar norteamericana el 31 de diciembre del año 1999. La gesta heroica del 9 de enero desvirtuó los presagios expuestos en los primeros años de la República por el Dr. Eusebio A. Morales, al expresar que "nuestro mal más hondo es la casi total ausencia del sentimiento de la nacionalidad en la masa del pueblo panameño." Los adolescentes del Instituto Nacional que desafiaron la furia norteamericana al sacrificarse por izar la bandera patria en los predios de la Escuela Superior de Balboa, echaron por tierra la afirmación del Dr. Morales en el sentido de que Panamá, país nacido a la vida independiente sin luchas y sin sangre, no apreciaba en todo su valor el bien inestimable de la independencia. Decía el doctor Morales que "el sentimiento de la nacionalidad es nulo o es débil entre nosotros, porque ese sentimiento no nace y se desarrolla, sino al calor de dolores y de infortunios comunes, de luchas largas y sangrientas, del sacrificio de preciosas vidas y del martirio de algunos seres predestinados que vienen a ser finalmente los creadores de la nacionalidad". Ese sentimiento de la nacionalidad, sí existe en lo más profundo del alma de nuestro pueblo y se manifestó en esa histórica fecha, en que los aguiluchos y las aguiluchas del Instituto Nacional encarnaron, condensaron y revelaron en su gesta, en sus vidas y aún en su martirio, los pensamientos de liberación y las aspiraciones intuitivas de todo un pueblo. La conclusión de algunos pesimistas de que la República no podía durar mucho, fue enterrada con los cuerpos y la sangre de los mártires, que como semillas de identidad nacional, hicieron florecer a la nueva República que vimos nacer el 9 de enero de 1964 y que perfeccionó su independencia el 31 de diciembre de 1999. Desde la Gesta de Enero de 1964, es el fulgor del martirio de los estudiantes, el que nos ayuda a disipar sombras, dudas, desalientos. Los mártires de enero encarnaron el destino más singular del siglo XX en Panamá. Exaltar los hechos que ellos protagonizaron exige una actitud permanente de parte de los panameños. El combate que ellos libraron, costó vidas y sacrificios, al mismo tiempo que los convirtió en llama eterna de la nacionalidad. El sacrificio de los mártires de enero no fue estéril. En el calendario estipulado en los Tratados de 1977, rescatamos, dos años después de su firma, cerca de las dos terceras partes del territorio de que fuimos desposeídos en 1903. El 1° de octubre del 1979, recuperamos, bajo nuestra jurisdicción, los puertos terminales del Canal en ambos océanos y el ferrocarril transístmico. La Gesta de Enero como antecedente inmediato de la negociación y concertación de los Tratados Torrijos-Carter, significó por virtud de dichos Tratados que me correspondiera como Canciller de la República, actuar en nombre del Gobierno Nacional, el día 1° de abril de 1982, al asumir, la República de Panamá, la Administración de Justicia, el Servicio de Policía y el Sistema Carcelario en el territorio que constituyó la Zona del Canal. Quedó constancia en esa fecha de que por primera vez en cinco siglos, al cabo de 48 decenios de jurisdicción española, jurisdicción colombiana y jurisdicción norteamericana, Panamá recuperó su plena soberanía y jurisdicción en toda la extensión del territorio nacional. Al destacar la significación de las dos fechas estelares a que me vengo refiriendo, los Obispos de la Conferencia Episcopal Panameña expresaron en los inicios del año 1999, su alegría de ver cómo llegaba el momento de la recuperación de la plena soberanía nacional, al cumplirse el 31 de diciembre de ese año, lo pactado en los Tratados Torrijos-Carter. "Ante este gran acontecimiento -señalaron los prelados- el 9 de enero del año 99, adquiría características especiales por el sacrificio de las personas que ofrendaron sus vidas por la integridad y la dignidad de la Patria panameña". No hay otra fecha en la historia común de los panameños en la que se evidencie tan claramente la coincidencia nacional y la comunión de ideales republicanos. El 9 de enero de 1964, los panameños y las panameñas dimos prueba de lealtad y de compromiso absoluto con la Patria, con su libertad, con su integridad, y con su independencia. Las experiencias nos enseñan que debemos cultivar el sentido de nuestra historia nacional, de darle valor positivo a las actuaciones de sus fuerzas populares y de no desmayar en el esfuerzo de fortalecer y dinamizar, nuestro propio Estado nacional. En los tiempos que vivimos, cada vez que tengamos necesidad de recuperar energías cívicas, deberemos obtenerlas de las lecciones de los grandes hechos del pasado que, como los sucedidos el 9 de enero de 1964 y el 31 de diciembre de 1999, nos imprimen autoestima y orgullo nacional. Haciéndole honor a esa condición insoslayable del futuro de la Nación, registramos complacidos que el Pleno de la Asamblea Legislativa, al cumplirse el primer aniversario de las reivindicaciones cristalizadas el 31 de diciembre de 1999, reconoció que esta fecha histórica es el corolario de la línea ascendente recorrida por nuestro pueblo desde que se fundó la República en 1903, y adoptó la Resolución No.23 del 31 de diciembre de 2000, en que decidió declarar el 31 de diciembre de cada año "Día del Perfeccionamiento de la Independencia de la República de Panamá."
Notas sobre el Canal y sus perspectivas Adolfo Ahumada Abogado Parece haber coincidencia. El primer año de la administración panameña del canal ha sido, francamente, alentador. El esfuerzo ha reducido a su mínima expresión las dudas que -sobre todo desde el sector más conservador de los Estados Unidos-se habían echado a rodar sobre las posibilidades reales de que Panamá entendiera la misión universal de la vía interoceánica. Se pasaba de un canal administrado por la principal potencia del planeta al mismo canal, pero administrado por un país pequeño. Se sabía de la capacidad de lucha de Panamá para liquidar la tradicional relación canalera y pasar a una enteramente nueva, pero esta virtud no necesariamente tenía que transformarse en eficiencia y seriedad profesional. Allí estaba la duda y los hechos, más que consideraciones de nobles y patrióticas intenciones, lograron disiparla, a los ojos de cualquier observador sereno e imparcial. El Canal no ha dejado de cumplir con sus requerimientos de mantenimiento y ampliación. Ya se trabaja, tanto en la conversión de la maquinaria de compuertas a sistema hidráulico como en el mecanismo de control de la maquinaria de las esclusas. Se realizaron los trabajos de mejoras a los rieles de las locomotoras y se continuó el gigantesco esfuerzo de ampliación del Corte Culebra, con la perspectiva de permitir el paso simultáneo de barcos por la vía, aún en dirección contraria. El comercio marítimo internacional ha sido favorecido: la incidencia de accidentes marítimos en el Canal ha disminuido, en comparación con la administración tradicional, pero lo que resulta de mayor impacto es que el tiempo en aguas del canal también se ha reducido. De 33.0 horas de promedio histórico, se ha llegado a la impresionante cifra de 29.7 horas, lo cual constituye un motivo de altísimo reconocimiento por parte de todos los usuarios. El tiempo en aguas del canal es la medida que se utiliza para la determinación de la eficiencia de la operación y, a ese respecto, Panamá ha beneficiado notablemente a su clientela y, en consecuencia, ha logrado acrecentar su propio prestigio. Los malos augurios de los que se opusieron a la reversión del canal, desde los tiempos de la negociación y concertación de los Tratados hasta hace poco, tuvieron que dar paso a la nueva realidad: Panamá ha sabido cumplir. Para efectos internos, basta recordar que hace apenas unos días, la Junta Directiva de la Autoridad del Canal hizo entrega formal al gobierno central, por intermedio de la Presidenta de la República, de 30.7 millones de balboas, que corresponden al excedente resultante de la operación del canal (ganancia, dicen algunos), suma que no era ni siquiera pensable bajo la administración norteamericana, en virtud de que, de conformidad con legislación que se aplicaba al canal, éste no podía producir ganancias. La Junta Directiva asumió un criterio distinto, fundado en la premisa de que la actividad canalera, concebida estructuralmente como una corporación de carácter público, debe rendir ingresos directos al Estado panameño, para que se transformen en beneficios de tipo social. Desde luego, este no es el único aporte. Además del excedente, se entregaron los ingresos provenientes del porcentaje que le corresponde al Estado por el tonelaje de carga que transita por el Canal (134.6 millones) y 29 millones en concepto de tasas por servicios públicos, todos estos renglones fijados en la Ley Orgánica de la Autoridad del Canal de Panamá. Es con este mismo rigor administrativo y financiero -con seriedad, en buenas cuentas- que debe examinarse la materia relativa a la expansión del canal. A este respecto, hay algunas circunstancias que están claras. Por ejemplo, hay constantes indicaciones de que la industria marítima internacional se orienta hacia la construcción de los barcos denominados post-Panamax, que pueden alcanzar mayor eslora (325 m), mayor calado (14m) y mayor manga (46m) que los barcos más grandes de la actualidad del transporte por el Canal de Panamá. De allí que el Canal podría perder gran parte de la carga que se mueve por el mundo, con la consiguiente disminución de su significado. Entrar al estudio de las distintas opciones para la ampliación constituye una actitud aconsejada por el buen juicio, a fin de adecuar el canal -que es una empresa de toda la nación panameña- a las condiciones del comercio al cual sirve y del cual obtiene sus beneficios. Recordemos que no hay ninguna dicotomía entre los intereses del canal y los de la nación panameña. Desde el momento en que se comenzaron a aplicar los Tratados Torrijos -Carter y, más aún, desde que se produjo la reversión administrativa de la vía, Canal y sociedad son perfectamente compatibles. No obstante, a pesar de las grandes celebraciones que se cumplieron el 31 de diciembre del año pasado, todavía pareciera subsistir la noción de un canal extraño, manejado desde los centros neurálgicos de otro país y elevado a la condición de productor de subsidios artificiales a una economía que no es la nuestra. La situación actual es distinta: el Canal, aunque funciona con reglas especialísimas -o quizás precisamente por eso- se ha insertado en el cuerpo económico del país. Sus proyectos de expansión deben llamar la atención de todos, porque sus consecuencias tendrán que ver con los intereses globales de la República. Los criterios que deben servir de fundamento para cualquier proyecto de expansión sólo serán válidos si tienen suficiente apoyo técnico, económico y financiero. Por eso, la Junta Directiva, en memorable sesión del 27 de septiembre de 2000, emitió una Declaración Pública, en la que se indicaba que se había dado aprobación a la intensificación urgente de los estudios sobre la ampliación del canal, uno de cuyos componentes más ambiciosos es el llamado tercer juego de esclusas. Esta declaración, que fue profusamente difundida por los medios de comunicación, implica un estricto sentido de responsabilidad. El principio es claro: el Canal requiere expansión, pero para llegar a la conclusión final de cuál es el tipo de expansión más conveniente, o lo que es lo mismo, cuál es la propuesta técnica que el Canal ofrece al país en este punto, resulta absolutamente indispensable terminar los estudios correspondientes. Habrá que realizar perforaciones para el estudio del suelo en los lugares que se destinen para nuevos embalses de agua, dónde estarían esos embalses y cuántos serían, el impacto en las comunidades campesinas afectadas, la procedencia o no del sistema de syncrolift, la ubicación de los nuevos canales de navegación, el tipo de suelo en la ubicación geográfica, el análisis de la logística de la extracción del material, las implicaciones ambientales de su depósito, el análisis de los cauces de navegación en el lago Gatún, la determinación de si debe haber una o dos esclusas en el lado Pacífico, el anclaje en el lago Gatún en el sector Atlántico, el posible aprovechamiento del material removido para desarrollar nuevas infraestructuras y crear beneficios económicos adicionales, el estudio del calado del canal, en relación, incluso, con los barcos Panamax, la toma de imágenes por satélite del área de la cuenca occidental y el estudio de las piletas complementarias a las esclusas, entre otros elementos de especialización profesional. No se puede descartar la importancia del tema financiero. Los llamados "paquetes fraccionados " para la inversión, tendrán que fundarse, exclusivamente, en las posibilidades de la economía del canal y habrá que determinar el impacto del financiamiento en los aportes al Estado. Es decir, el Canal hace lo que la razón indica: estúdiense los temas primero, consúltese con los que puedan afectarse, llámese a las puertas del financiamiento mundial, todo bajo el concepto de que, al final, sólo un consenso nacional alrededor de la propuesta que surja de los estudios hará posible las expansiones, sobre todo las de mayor magnitud. No debieran tener cabida nociones que establezcan una contradicción insalvable entre los proyectos y los campesinos de las áreas que puedan estudiarse. Tampoco debieran tener cabida las consideraciones exaltadas sobre conveniencias o inconveniencias de carácter politiquero. Si, en el ámbito del canal, cada cual, desde la Junta Directiva hacia abajo, cumple su función legal de acuerdo con los dictados de su conciencia, la vía interoceánica continuará sirviendo al país y al mundo. Ninguna presión abierta o velada debe cambiar ese rumbo, que tantos resultados positivos ha producido hasta ahora.
Néliton Azevedo, Editor,
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